Taur Mintemyn: El Bosque en los pequeños morros.
- John Carrillo Diaz

- 17 oct
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 3 nov

En las ondulaciones de los Mintemyn, cubierto principalmente de guayacanes y las ceibas doradas, se extiende Taur Mintemyn, conocido también como el Bosque de los Pequeños morros. Este lugar no solo es un santuario natural, sino también el corazón espiritual de una de las civilizaciones de Úvendor: los armukuranos silvanos de Ninlusnín.
Las Mintemyn son cadena de pequeños cerros ubicados en el lado norteste del principado de Úvendor, entre las ciénagas de Luinmenel y el mar Turcarim. Tiene una zona de praderas, del lado occidental, y una zona boscosa del lado oriental, hacia el lado de Ninlusnin.
Taur Mintemyn es un bosque donde los árboles como los Campanos, guayacanes y ceibas gigantes cubren las colinas, creando un dosel tan denso que el sol apenas logra tocar el suelo.

El bosque está atravesado por ríos cristalinos que nacen de las alturas y descienden serpenteando hacia las ciénagas que están ubicadas tanta al oeste como al sueste de la región. En su centro se encuentra Ninlusnín, la Ciudad de la Fuente Encantada, construida en perfecta armonía con el bosque.
La ciudad se extiende tanto sobre el suelo como entre las alturas. Pasarelas de madera, casas suspendidas, escaleras en espiral y plataformas entrelazadas con lianas forman una arquitectura entrelazada con el corazón del bosque.
En el centro de la ciudad, un lago circular guarda su mayor tesoro: un árbol inmenso que crece sobre una roca en medio del agua. Los habitantes lo llaman “Uvenalda”, árbol de la abundancia, y creen que de las aguas de ese lago proviene la fuerza vital que protege a Ninlusnín.
Se dice que quien beba de las aguas del lago encontrará claridad en el espíritu y vigor en el cuerpo, pues la Fuente Encantada bendice a todos los que viven bajo su resguardo.

Los armukuranos de Ninlusnín son una las ramas que llegó a Úvendor, los silvanos. Son altos, de piel clara y cabello que varía entre los tonos castaños, dorados y platinados. Su conexión con la naturaleza es profunda y casi sagrada: pueden entender los susurros del viento, las señales del agua y el lenguaje secreto de los árboles.
De espíritu noble y mirada serena, son artesanos, cazadores y guardianes. Tejen con fibras naturales, tallan la madera con precisión milenaria y dominan el arco, la lanza y la ballesta con la misma destreza con que componen una melodía o tallan una piedra.
Su vida cotidiana transcurre entre la creación y la contemplación: algunos entrenan bajo la luz filtrada del mediodía, otros recolectan frutas y hierbas en silencio, y muchos se reúnen en torno al lago al caer la tarde.

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