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Dininlad: El Valle del Silencio y el Canto del Agua

Actualizado: 3 nov

En el norte de Dilias Ëisil, entre cadenas de cerros cubiertos de bosques secos tropicales, se abre un valle fértil donde la tierra parece respirar. Ese lugar es Dininlad, conocido por los antiguos como el Valle del Silencio, aunque en verdad su silencio está hecho del rumor constante de los riachuelos, del murmullo del viento entre las hojas y del susurro del agua que nace de las piedras.

 

Allí, la vida no se mide por los días ni las estaciones, sino por el fluir de las aguas. Cada arroyo, cada fuente y cada corriente llevan el nombre del dios que los habita: Juiasie, el aguador, el espíritu del agua viva, guardián y padre del valle.

 

El valle de Dininlad se extiende entre los pliegues de las montañas dentro del distrito de Foinakóbas, y en su interior, las ceibas, los campanos, orejeros y guayacanes cubren las laderas, y entre ellas se abren tierras cultivadas con yuca, maíz, ñame, plátano y ajonjolí.


Los arroyos cristalinos que descienden de los cerros forman un entramado de venas líquidas que alimentan el corazón del valle, y en sus orillas, los árboles se apretujar para proteger su fuente de agua viva. Al amanecer, la bruma se levanta lentamente, revelando las casas de madera y techos de palma donde los pobladores de Dininliad, comienzan su jornada entre gritos de monte y zafras.

 

Los habitantes de Dininlad son descendientes de los antiguos nativos de Entrerríos, ahora Principado de Úvendor, emparentados con las tribus de Orwandor y Taur Salósnin.


Son hombres y mujeres de torsos anchos, piel tostada por el sol y cabellos oscuros o castaños, con una fuerza tranquila que nace de la vida en armonía con la naturaleza. Viven de lo que siembran, pero también cultivan el equilibrio entre el cuerpo y el espíritu, sobre todo porque son hábiles guerreros en la lucha cuerpo a cuerpo.

Habitantes de Dininlad cultivando la tierra.

Los ancianos enseñan que el trabajo de la tierra es una forma de entrega al Único, y que, al sembrar una semilla, se pronuncia el nombre de Juiasié, para que el agua mantenga hidratada la semilla y el árbol hasta el final de sus días. En sus festividades, celebran la lluvia con danzas alrededor de los manantiales.

 

Pervive en sus pobladores un mito acerca de Juiasié, el dios que carga y lleva el agua sobre sus hombros. Quien usa una capa de viaje azul oscura, una mochila tejida en fibra de algas y un bangaño grande en donde carga agua sagrada, que la usa para curar todo tipo de males y crear sortilegios. Cuenta su tradición que Juiasié se comunica con su pueblo a través de las fuentes de agua viva, especialmente con el jefe de los clanes y su familia.


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